Tribuna de La Habana

2023-02-15 15:37:39 By : Ms. River Lee

Diálogo con esta poeta, escritora, diseñadora, profesora, artista visual; una joven talentosa en toda la descripción del término

“…Un hombre que no se permite la dulzura es un cuerpo que se quema de espaldas al sol”

Pocas veces conoces personas jóvenes que te enorgullecen, y admiras. Giselle Lucía Navarro (La Habana, 1995) es una joven talento en toda la descripción del término. Su actitud centrada, su madurez y sencillez es todo un disparo al corazón de quien la conoce. Cuando me acerco a la frase de José Martí que dice: “la juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad y de la viveza, de la imaginación y el ímpetu”, sin reparo pienso en Lucía.

Con esta poeta, escritora, diseñadora, profesora, artista visual, conversó Tribuna de La Habana.

-¿De dónde nace tu interés por la literatura?

-Es difícil imaginar mi vida sin ella, sin el arte, pues ha estado ahí desde siempre y creo que es lo mejor que me sucedió. Aprendí a leer y escribir sola, en casa. Mi abuela, bibliotecaria, me daba libros con muchas imágenes y yo pasaba horas tratando de descifrarlos. Mi primer poema, con toda la inocencia de la niñez, lo escribí a los cinco años, unas cuartetas, todavía conservo el manuscrito con la ilustración.

"Era un hogar humilde, pero había un librero en cada habitación. Mi madre escribía de joven y mi tío es pintor. Ese ambiente en casa, a finales de los años 90, entre apagones, carencias, la máquina de coser de mi abuela, el ambiente surreal habanero, las visitas del escultor José Delarra, los talleres en el Museo Nacional de Bellas Artes y la academia de danza, marcó mi camino e influyó mucho en mi visión del arte.

“Creo que profesionalmente me inicié en la literatura en el grupo literario de Rafael Orta Amaro, que en los últimos tres años de su vida me legó un manojo de enseñanzas que germinarán conmigo siempre. Fue en ese mismo taller donde me formé como profesora y trabajé por siete años, tras su partida física.

“Comencé a publicar poemas en revistas internacionales con 15 años, entre las primeras antologías estuvo una dedicada a la danza, que se publicó en España y me permitió conocer de cerca a Alicia Alonso. Es en ese período donde me involucré con la cátedra de investigación de la academia de etnografía, con proyectos investigativos que abordaban el patrimonio inmaterial de los canarios en Cuba, como una forma de acercarme a una parte de mis ancestros. Años en los que también cursé la Onelio. Trabajé como profesora hasta poco después de terminar mi Licenciatura en Diseño Industrial.

“A pesar de que ya había pasado por muchos eventos, premios y experiencias diversas con la literatura, fue en ese último curso de universidad, donde el mundo editorial me abrió la puerta con tres alegrías. Llegaron los libros El circo de los asombros (Premio Edad de Oro 2018), la novela ¿Qué nombre tiene tu casa? (Premio Pinos Nuevos 2019, que otorga el Instituto Cubano del Libro), ambos publicados por la editorial Gente Nueva, y Criogenia (Premio David de Poesía que otorga la UNEAC).

“Se publicaron posteriormente Contrapeso (Colección Sur, 2019), la novela para niños La Comarca Silvestre (Ed. Loynaz), la edición italiana de Criogenia, en Roma, por Ensemble Edizioni. En esta feria de 2022 saldrá el poemario La Habana me pide una misa, por la editorial Extramuros, mención del Premio de la Bienal de Poesía de La Habana 2019. Hay otros hijos de papel en camino, pero en silencio, y escribiendo, espero”.

-Siempre es complicado responder a eso, porque me siento humana, después mujer y luego artista. Para mí las tres cosas son lo mismo, pero como sociedad insistimos todo el tiempo en segmentar.

“Aunque escribo relatos para adultos, novelas para niños, e incluso, la dramaturgia todavía me ocupa en algunos ratos libres, la poesía me posee. “Poeta”, pues no me gusta la palabra “poetisa”, no por una cuestión de equidad de género, ni por la tradicional visión de muchos al intentar encajar a las mujeres que escribimos en el molde de lo bello y lo delicado, sino porque la poesía es una forma de expresión espiritual y, para mí, trasciende al sexo”.

-¿Por qué la poesía?

- Me gusta creer que ella me escogió a mí. Porque a veces es demasiado intensa y no me deja dormir, hasta que no plasmo en el papel lo que se adviene. A veces quisiera dosificarla un poco, pero la poesía es un jinete indócil, y el cerebro no se detiene, porque el verdadero papel está en la mente, y puede ser muy agotador y disperso hasta que aprendes a vivir con ello.

“A pesar de que empecé escribiendo cuentos, fue en el verso donde por primera vez encontré libertad en la palabra. Creo que es similar al arte contemporáneo en esa libertad de mixturas, porque tiene la chispa de lo breve y lo perdurable, y eso me fascina.

“Escribo poesía libre y rimada, como la décima. La libertad en la expresión trasciende a la estructura y busca complementarse. Creo que la poesía es como un contrapeso para equilibrar la belleza y la crudeza de la vida”.

-¿Qué te ha enseñado la poesía?

- La poesía ha sido mi casa, cuando el mundo comienza a deshabitarme”, como escribí en un poema hace unos años. Está en mis párpados abiertos y cerrados, dibujando el tiempo que se escapa y el que vendrá, respirando el presente. Estos 13 años dedicados a la escritura me han enseñado probablemente más de la vida que de la literatura ¿o es que acaso son la misma cosa? Aprendes que después de cierto punto no hay retorno. Una vez que la poesía entra en tu vida te transforma.

“Cuando comencé a publicar la contemplaba como un oficio: papel, lápiz, silla y luminaria; cuando comencé a dar clase, adquirí una visión global, la convertí en vestido. Fue en Medellín, en el 32 Festival Internacional de Poesía, cuando la poesía me hizo cruzar el mar y allá, en el cerro Nutibara, en el sitio que algunos llaman la “meca de la poesía”, mientras el azar me escogía para abrir el festival, entre los árboles altos y el viento, la vi tejer mis alas.

“Entre lágrimas y nerviosismo, ante una multitud de cerca de 3 mil personas que fueron a escucharnos tras una tarde lluviosa, tuve clara mi misión y la certeza de que la palabra es lo más poderoso que llevamos, que hayan viajado tantas almas a compartir un pedazo de su cultura y su sentir nos habla del poder transformador de la poesía. Tanto se ha dicho que la poesía salva, pero me quedo con la frase que dice que es un arma cargada de futuro. Es una forma de despertar la sensibilidad y eso que realmente puede salvarnos de lo que se precipita. Es una mediación espiritual en ese sentido.

“En Medellín descubrí que había llegado a la poesía por una necesidad, y que esas personas estaban allí por esa misma necesidad. Su forma de crear conexiones humanas no puede opacarse y es algo que trasciende la barrera del idioma. Por tanto, la poesía me ha enseñado esa parte humana, me ha conectado con la mujer que soy, con mis ancestros y con la semilla espiritual que portamos como especie”.

-¿Qué quieres que el público se lleve con tu obra?

- Quiero que mi obra propicie, provoque, engendre, que despierte ese camino hacia lo espiritual. No me interesan las élites, escribo con el deseo de poder llegar a todas las personas, con la misma sencillez y complejidad con que las ideas se precipitan. Trato de lograr que el público se lleve de mi obra un reflejo de sí mismo, por ello casi todos los temas que abordo son universales, aunque no deje se dibujar en ese mar nuestro contexto. Quiero incitar a hablar al que cree que no tiene voz, dispararle al corazón y hacerlos despertar.

-¿Consideras que tu obra es feminista?

-Ser mujer y no ser feminista es una contradicción biológica. Viajar me ha dado órbitas mayores sobre nuestra condición en la sociedad del siglo XXI. Es inevitable no dejar plasmado eso de una forma u otra en mi escritura. Me interesan los contextos de la mujer en diversos rincones del mundo, y sobre todo el nuestro, porque hay mucho que hacer y reformar todavía, más de lo que somos conscientes como sociedad, pero también tengo claro que somos nosotras las que debemos solidificar ciertas actitudes, para que otros marcos cambien, y desde nuestra posición de empoderamiento avanzar, asumirlo como algo natural y no como una conquista, evitando las comparaciones. Considero que las luchas más efectivas se llevan sin etiquetas, porque con el tiempo tropezamos ante estas, por tanto, no le pondré clasificaciones a lo que escribo.

-¿Existe una relación para ti, entre el Diseño Industrial y la Literatura?

-Llego al diseño porque crecí en medio de artistas visuales y esa siempre ha sido mi otra mitad. El arte contemporáneo es un terreno de libertad creativa en todos los sentidos, a pesar de que existe arte de diversas calidades. Contemplo el diseño industrial como una poesía visual. No los veo separados, son como dos rostros de lo mismo. Un buen objeto tiene que lograr crear una metáfora entre su uso, lo visual, lo atractivo, pero, además, tiene que ser toda una experiencia para la persona que interactúe con él. Es decir, un buen diseño es cuando te sientas en una silla, y te teletransportas a otro lugar.

“Lo que más me interesa, por ahora, dentro del diseño industrial es la parte textil, por eso desde hace algunos años me estoy vinculando a ello, y en mis piezas, hay mucha poesía porque voy hacia la huella y la historia que hay detrás de esos textiles. Voy creando entonces, a partir de ese tejido y desde lo visual, nuevas narrativas, de esos motivos que utilizo, a veces abstractos, más figurativos y a veces explotando más la parte de la textura y el color. También sucede con la experiencia de escribir un libro. El diseño me ha dado una visión más global y práctica de las cosas. Es una forma de escribir desde lo visual”.

-Prefiero no hacer descripciones precipitadas de un tiempo que aún no termina de desnudarse. Hace poco escuché a alguien decir, o tal vez terminé inventándomelo, que la poesía y la escultura era dos amantes con mucho en común. Que la escultura era la poesía sobre la piedra, que la poesía trataba de esculpir el instante en unas pocas palabras, que ambas, artes antiguas, eran de las más difíciles de comercializar en sus ámbitos. Tal vez sea cierto que a veces los libros de poesía no vendan lo que vende una novela, aquí toda afirmación podría ser especulación, hay temas que es mejor no abordar en una entrevista. ¿Poesía o artes visuales? Mi corazón es mestizo, y convive en el límite de esos dos universos.

“La poesía hoy, aunque algunos crean que se dispara a sí misma y critican la cantidad y calidad de las voces de las nuevas generaciones, es una semilla que crece fértil y comienza a despertar. El futuro verá sus árboles altos, pero definitivamente estos serán de una forma que escapa a nuestra imaginación. Los moldes nos están cambiando, por lo que, con el mismo impulso, aprenderemos otras formas de apretar el gatillo para sembrar”.

Miradas danesas desde La Habana

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Felicidades, Nathalie, excelente conversación con una artista de excelencia como es Giselle Lucía. Suerte y buena Feria para las dos.

Muchas gracias Edel. Hay que saber reconocer el buen arte. Giselle tiene un futuro grande. Abrazo desde La Habana

Es un gusto esta entrevista, para los que piensan mal de nuestra juventud. En nuestra Patria asediada y bloqueada donde pasamos tanto, hay tanta juventud útil, bella, que lucha, que piensa, que trabaja, que se desborda en la belleza de la vida, en lo espiritual que quién dijo que todo está perdido, si Giselle Lucía entrega su corazón.